La huida de Quetzalcóatl. (Miguel de León Portilla) Breve análisis.


Las culturas precolombinas son ricas en muchos sentidos. Conocemos de ellas en los libros de historia, por medio de escritos de los frailes de distintas órdenes religiosas que realizaron la tarea de documentar la cosmovisión ancestral de un pueblo conquistado. Documentación que fue posible gracias a la transmisión oral de conocimiento, así como el simbolismo del que estaba cargado el arte prehispánico.

Así pues, por medio de la palabra y la representación pictórica, podemos ahora comprender en mayor grado las costumbres, usos y particularidades de estas culturas apasionantes de las cuales formamos parte, al menos por ubicación geográfica y aunque nuestro estilo de vida puede contrastar notoriamente al de nuestros ancestros, existen entre nosotros características heredadas y preservadas por el tiempo que nos definen como país, como sociedad y como individuos.

Al leer el guion de teatro, “La huida de Quetzalcóatl”, el único que escribió el reconocido historiador Miguel  de León Portilla, no se puede de ninguna manera pasar por alto la carga de vigencia presente en la obra en lo que se refiere a los deseos y frustraciones del mexicano. Razón que enriquece el texto a mi parecer. Por qué pasa de ser una obra artística basada en la leyenda o mito del Dios Quetzalcóatl y su huida, a un espejo revelador de la verdad universal que confronta a cada quien con su ineludible realidad humana como en el mismo guion indica y que resulta ser una imprescindible labor a realizar en estos tiempos de deshumanización crónica.

Lo anterior que sirva de introducción al análisis a realizar sobre esta bella obra, desmenuzando como sea posible su estructura para obtener una visión más acertada acerca del mensaje transmitido por la misma.

¿"El máximo problema del hombre no es la pesadumbre de la existencia, sino la amargura del fluir."?

La  dualidad que caracteriza a Quetzalcóatl es un factor imprescindible para comprender la maestría de su andar. Habilidad que corresponde a la magnificencia con la que un ser podría desplazarse con el viento cual quetzal y deslizarse cual serpiente en tierra y mar. Así es el conocimiento. Un baluarte  del tiempo. De un tiempo que trasciende todo y todos desean trascender.

Por ejemplo, el ser humano ha encontrado en la inmortalidad la respuesta a la limitante que observa en lo inherente a la vida que no es más que el fluir de la muerte. La serpiente emplumada utilizo esta carta para eternizarse a sí mismo y se encamino a un sitio desconocido aun por el que todo lo sabe.

Actualmente muchos hombres harían lo mismo seguramente. Entonces el ser humano huye de sí mismo, de sus actos, de su obra, como dice el autor.

Siendo el tiempo el primer factor de relevancia en la obra podemos tomar como punto de partida esta metáfora del Dios tiempo, que olvidado como deidad desea presentarse como evidencia de lo importante que es vivir el presente como consecuencia del pasado y preludio del futuro. El punto radica en diferenciarlo y darle su espacio e importancia correspondiente. Resulta complejo conseguirlo pues históricamente el ser humano es un ser al que le cuesta desprenderse materialmente de las personas y de la suya propia, por eso es que al principio de este análisis argumento el deseo de inmortalizarse por cualquier medio, por temor al olvido, al paso del tiempo y al cumplimiento de ciclos.

Pero, ¿Cómo puede desaparecer?, ¿ser olvidado?
Entra en escena otro personaje imprescindible. La muerte. Y en este caso lo hace indirectamente. Quetzalcóatl se mira al espejo que revela el paso de los años traducido en arrugas y un semblante desgastado. Así como él, el humano promedio descubre en ese acontecimiento el preludio a la inevitable muerte a la que rechaza por instinto y se niega con vehemencia a su llegada, aunque nada pueda hacer al respecto.

Le teme y por esa razón le adora. Contradicción tan humana como la mortalidad misma.  Quetzalcóatl eligió incinerarse y renacer de las cenizas para convertirse en astro y no en rasgadura de tiempo. Escapo al tiempo, al presente, acelerando el futuro por temor a pasar desapercibido. Eligió ser estrella, brillar en el espacio por la eternidad. Dicho de otra forma, se suicido esperando así eternizar la majestuosidad de Tula y las Toltecáyotl edificadas en su reino. Quetzalcóatl-hombre tuvo que morir para convertirse en Quetzalcóatl-Dios.

Netzahualcóyotl por otro lado, se pregunta a dónde iremos en su poesía y se responde tajante:

¿A dónde iremos
donde la muerte no existe?
Mas, ¿por esto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:

Aquí nadie vivirá por siempre.
Aun los príncipes a morir vinieron,
Los bultos funerarios se queman.
Que tu corazón se enderece:
Aquí nadie vivirá para siempre.
Con el mismo tono, en otro de sus poemas dicta:

…Así somos, somos mortales,
De cuatro en cuatro nosotros los hombres,
Todos habremos de irnos,
Todos habremos de morir en la tierra…

Nadie en jade,
Nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado
Todos nos iremos
Allá, de igual modo.
Nadie quedará,…


En este caso, las líneas del rey poeta están cargadas de una aceptación verdadera del proceso que implica la muerte, proceso fulminador de la existencia, claro. Sin embargo guarda una relación estrecha con la figura de Quetzalcóatl debido a la importancia del tema.

La cosmogonía ancestral está asentada en la adoración de la vida y la muerte como dualidad. Es por eso que esta misma característica de huir al presente se trate de una forma poética de enaltecer lo efímero de la existencia humana a la cual se busca perpetuar por medio de la belleza del acto dramático que supone morir y renacer sin parecer vivir muriendo.

"¿Qué quedará de mí en la Tierra?", se pregunta el sabio nahua, y responde: "Al menos flores, al menos cantos..."
Un Recuerdo que Dejo
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mí sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos.

Netzahualcóyotl.

Es entonces realmente, el máximo problema del hombre, la amargura del fluir y no la pesadumbre de la existencia. Cuestión de aprender a fluir, a desplazarse con el viento cual quetzal y deslizarse cual serpiente en tierra y mar. Con el tiempo y sobre él.

Por: Manu.

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