¡Viva... ! o ¡Muera!



¡Corre por ese trapo!

Considéralo artilugio imprescindible para los siguientes doscientos años.
Piensa que además de la cohesión, del control y el dominio.
Erigimos la opresión inclinados ante al enemigo, amigo del mundo ejemplo moralino.
Que nadie quiere ser un pinche indio. Que acá no existen negros para el trabajo indeseable, son puro vicio.  Por nuestro racismo hablará el espíritu. Perpetúa.
A ellos no vendan boletos siquiera, que lo vean y sufran desde la loma, déjenlos fuera.
¡Monten la carpa, que la función comienza!
Mención honorifica al auspiciador de la propaganda que hoy nos ha reunido.
Nótese la capacidad histriónica del andamiaje.
La sublime pantomima del cabrón de la corbata.
La fantástica caracterización de los detractores.
La excelente e indispensable exaltación de lo estoico. 
Sin olvidar la eficacia de los mazos y balas –que no de utilería-  silenciando el esperpento.
Recordad que la Patria es el leitmotiv de este argumento.
Y así se construye, a palos, como la idea de Matria que por sí misma deconstruye cada uno de nuestros blandengues cimientos. Hay que matarle entonces.
¡Cuanto antes!
Esas ideas decoloniales son un  cáncer, vienen acompañadas siempre de marxismos y anarquismos, feminismos y otros “ismos” peligrosos para el patriotismo.
Aquí no hay cabida para otros mundos, para su alteridad. La otredad acá es ornamento, una postal de la felicidad a causa de habitar este hermoso, desigual, injusto, miserable, inhumano, sometido, visceral,  aberrante, invivible, nauseabundo, abismal, bárbaro, terrible,  pero hermosísimo lugar.

¡Viva México cabrones!
Beban a madres, traguen pozole.
El dramaturgo en aras del progreso suprime el cambio, impone el supuesto goce. 

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